Desde tiempos inmemoriales los seres humanos han tenido
un ser maléfico, un ser innombrable, ese personaje que usted lo recuerda y aun
se le eriza la piel y aunque hay varios innombrables, hoy quiero hablar de dos tipos,
los primeros son los que fueron (y siguen siendo)
unos completos patanes y los otros son
esos que guardamos en un lugar especial de nuestro cerebro, corazón, alma y piel; esos
que fueron el tipo
o la mujer casi perfecta, un Príncipe; pero si
hay algo que tienen en común es que están dotados con don
especial para que a uno se le dificulte pasar la página.
Por lo general con el patán todo el todo el mundo se da cuenta
de que es un patán, menos uno mismo, uno lo defiende a capa y espada con frases
como “es que tu no lo conoces”, “ él está pasando por un momento difícil” es
ese tipo o mujer, que se muestra como el ser más dulce y protector, es el que le
lleva un dulce cada vez que se ven, el que le regala desde peluches, legos,
ramos, ropa y hasta cena en restaurante caro, el tipo no escatima en gastos, lo
que uno no sabe es que él lo hace, no porque le nazca, en muchas ocasiones lo hace para tapar alguna
embarrada, “complejo de culpa” que la dejo metida, que le está poniendo los
cuernos, o simple manipulación, aclaro este “comportamiento”
no es de todos, hay unos que si son unos príncipes y de verdad lo hacen con
amor, pero por ejemplo, si están en el restaurante y él o ella le
prestan más atención al teléfono que a usted, si le dicen mentiras, si en el sexo
usted ya no siente la misma magia de antes; usted está con un patán….
y uno cree ingenuamente que lo duro es estar en la relación, cuando la ha habido, en muchos
casos uno solo es el arrocito en bajo y cuando sienten que uno está abriendo sus
alas a cielos más estables, prenden alarmas y se convierten en príncipes; pero no
lo difícil no es soportar eso, lo difícil
es salir de ahí, por lo general uno crea
cierta dependencia, son tan hábiles que le hacen creer que uno sin ellos no
puede, de igual forma ellos se niegan a soltarlo, más que una persona amada,
uno es como una posesión, un objeto al que se aferran para alimentar su ego y
permanecen a nuestro lado como una sombra, que nos quita energía, juventud y la
posibilidad de conocer personas increíbles. La única forma de dejar a este
personaje es tener firmeza, decisión, y
mucho amor propio.
Por otro lado está el príncipe, es la persona perfecta, el que tiene el cuerpo
perfecto, las palabras adecuadas, el que se le sabe los gustos, los secretos,
el que jamás la juzga, pero le pone el “tate quieto” cuando debe ser, con el
que uno puede comer perrito de niño perdido en la esquina, pizza barata y a uno
le sabe a gloria, solo porque esa compañía es el aderezo perfecto, al que usted le muestra su lado oscuro musical,
por el que usted tararea canciones de Ed Sheeran, Bruno Mars, Manuel Medrano, Andres Cepeda y Santiago Cruz.
Él que es la respuesta de lo que usted en
sus noches de soledad pidió a la fuerza que le concediera, con el que los
silencios no son incómodos, al contrario, son simplemente perfectos, el que la hacía
llorar de placer, el que le hacia el amor, el que usted recuerda y se le apachurra el corazón,
los ojos le brillan, y sale una sonrisa nostálgica, porque el único pero que
tiene este príncipe es que no está a nuestro lado, por la razón que sea esa
persona no está a nuestro lado, se casó, está en el África ayudando niños
pobres, se volvió cura, es gay, o simplemente desapareció de su vida, y uno se
la pasa soñando con este hombre, uno compara y
ningún otro le llega al dedo
chiquito del pie, uno hasta se da cuenta
que no es que le gusten las barbas, si no que a uno le gustaba era la barba de él.
De este usted jamás
se libera, uno cree que ya lo olvido, que ya lo supero, que él fue el que se perdió
su sabrosura tropical, en ese momento aparece
algo que le hace acordar del personaje, la boleta desgastada de la película que
vieron juntos, un recuerdo en Facebook, vio a uno parecido en la calle y a
usted se le detuvo el corazón, cosas así que a medida que pasa el tiempo son
menos, pero calan hasta los huesos….
Y por esos azares de la vida, suele suceder que uno
se entera que el príncipe o el patán son felices, fijo uno ve la foto del tipo
con una gata peor que uno feliz, sonriendo, haciendo los planes que usted soñó
y nunca se hicieron realidad, y uno que es masoquista se hace las siguientes
preguntas:
¿Por qué el sí puede ser feliz y yo no?
¿Qué tiene ella que no tenga yo?
¿Qué me falto?
Y muchas preguntas
más por ese estilo, y resulta que uno no es feliz no por qué no pueda, sino por
qué no quiere, que tiene ella, a lo mejor es más pendeja que usted, o más
cabroncita, eso de ser pastelito no es tan chévere.
En definitiva nada saca con esas preguntas, el estar
pegado al príncipe o al patán es lo que nos impide conocer a ese conjunto de
rarezas que concuerdan celestialmente con las nuestras, hoy la invitación es a
soltar a que si ya no fue, no fue, guarde lo bonito, las enseñanzas y pase la página….
Recuerde “Solo
Existe Lo Que Se Nombra” Marco Aurelio Denegri….
Dulces y pervertidos sueños