martes, 25 de mayo de 2021

Sin remitente

 

Carta Erótica 

Escrita en el  taller: el cuerpo como primer territorio habitado: literatura y erotismo 


Bogotá

Una noche cualquiera bailando en la oscuridad

A ti:

En las últimas noches he tenido que escribir sobre lo erótico, siendo difícil colocar en papel algo que usualmente expreso con mi cuerpo; el pelo desordenado, la mirada lasciva, los labios rojos, el bralette de encaje encarcelando mis pechos, los cucos con cuerditas que amenazan con soltarse cada vez que realizo algún giro en el tubo y como no, los tacones dorados de 17cm que hacen que mis piernas se vean largas y estilizadas, esos que al sonar hacen erizar tu piel y  al mejor estilo Pavloviano empiezas a salivar…

 Mi forma de seducción es visceral, carnal, explicita, contraria a la tuya, iniciando con el brillo inocente que emanan tus ojos cuando algo te apasiona, esa luz que escondes bajo el marco grueso de tus gafas, el tono de voz tembloroso,  el libro de poemas, las novelas románticas que posan sobre tu mesa de noche,   tus letras, esas que consideras insulsas y aburridas, evocan sensaciones difíciles de describir, es como si las yemas de tus dedos acariciaran las circunvoluciones de mi cerebro, haces que las mariposas del alma dancen sobre mi espalda al ritmo de "Coyotes”  de  Travis Birds,   mi plexo solar se enciende, se contrae y expande a ritmos de tambores santeros.

Te acercas lentamente atraída por mis suspiros ahogados y mi piel brillante de sudor, conoces cada rincón de mi cuerpo, pero aun así con la curiosidad viva te lanzas a la exploración, como si fuera la primera vez, tímida y lentamente besas mi cuello, yo te devuelvo el gesto, introduciendo mi mano en tu cabello halándolo sutilmente, rozo tus labios, sin llegar a besarte, me gusta la idea de la provocación.

 Continuas tu palpar lento, ahora son tus uñas  rozan mis brazos, rebordean mis senos pulposos, justo en la parte que otros no tocan, donde se pliegan y tus yemas recorren las hendiduras causadas por su crecimiento desmesurado en la adolescencia.

 Tu juego táctil y casi   romántico empieza a aburrirme, por instinto me lanzo a tus pezones, erectos, duros, desobedientes; recuerdo cuando sembré en tu cabeza la idea de perfóralos, no pensé que fueras capaz de hacerlo, debes reconocer que la mezcla de tu rostro inocente con lo impúdico del piercing ha sido un éxito rotundo, eso sin mencionar la sensibilidad que tienen, en ocasiones te has excitado con el simple roce de la tela cuando hace frio.

  Gimes silenciosamente mientras los succiono, me aferro a tus manos y las presiono sobre la cama por encima de tu cabeza, creo que ninguno de nuestros amantes se ha fijado en la sensibilidad de las mismas, es una forma simbólica de decir eres mía y te embriaga, con mi pierna flexionada presiono tu sexo impetuoso, húmedo, casi pudo sentir sus contracciones.

 Paso mis uñas por tu vientre ¿recuerdas cuantas veces lo odiamos y miramos con vergüenza?  aun sientes algo de incomodidad, no importa, disfruto todas y cada una de tus protuberancias, beso tu ombligo, enredas tus manos en mi cabello, me dices que le cuente un secreto, es tan profundo como un agujero negro, que nadie nunca lo va a saber, “le amo” susurro y lo tapo con mi mano como si en verdad creyera que se va a quedar ahí.

 Llego a tu pelvis, reconozco las huellas dejadas por las cuchillas al depilar, tus quejidos a este punto ya no son tímidos, mi aliento sobre el timbre del diablo hace que tus piernas tiemblen, chupo tus labios apetitosos, carnosos, los estiro, concuerdo con ese amantico que tenías, el que te decía “cuquilinda”, soltamos una carcajada por la palabreja.  

Eso te relaja, pero a mí, el verte reír me excita aún más,  no logro resistirme, no quiero, escupo tu vagina, si ya sabes lo que viene,  mientras lamo  tu clítoris, introduzco mis dedos estas mojada, yo también, por eso mientras juego contigo, me masturbo con tu pierna, el bamboleo de mis tetas  también te excita, me muevo con fuerza, el reconocer que siento placer solo con frotarme me hace sentir como una perra y me descoloca,  saco mis dedos, los lamo e inmediatamente subo a tu boca, el movimiento sigue, la fricción aumenta, mis manos aprietan tus nalgas, nuestras piernas se entrelazan, tu cabeza se va hacia atrás,  nuestros pechos  suben y bajan a causa de la respiración agitada, se me escurren las lágrimas, ya no gimo, grito.

Lentamente abro los ojos, aun siento la mezcla de rigidez y liviandad en mi cuerpo causada por el orgasmo, me duelen las manos, la derecha aprieta mi seno izquierdo, la izquierda está perdida entre mis carnes, siento los jugos del amor manar. 


Al final somos una sola, tú la que ama y me esconde bajo las gafas gruesas y yo la que desea te esconde con los tacones dorados.

 voy desnuda a la cocina, sirvo café y mientras miro por la ventana las dudas siempre son las mismas:

 ¿Algún día encontramos  alguien que nos una?

¿Nos sentiremos en la suficiente complicidad y amparo para poder ser al mismo tiempo la que ama y la que folla?