domingo, 7 de febrero de 2021

La madre de las orquídeas


Lectura del cuento.

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El vivero de candelaria era uno de los más reconocidos de la región, aunque se encontraba a las afueras de la ciudad sus clientes no ponían peros en atravesar el camino destapado para adquirir  las plantas exóticas, ungüentos, recetas herbolarias y según las malas lenguas  la cartomancia, pero su verdadera especialidad eran las orquídeas,    catleyas, stelis, bejuquillos y las comunes orquídeas mariposa; en general lo atrapante de las orquídeas es la rareza de belleza,  una mezcla entre delicadeza y resistencia, justamente eso también caracterizaba a Candelaria; no era una mujer precisamente bella, pero tenía sus encantos, la sonrisa  coqueta, los ojos penetrantes y un par de tetas bien puestas, las caderas anchas, y una legua picosa, sabrosa;   siempre que le preguntaban cuál era el secreto para mantener la belleza de sus orquídeas, con la voz pausada y tranquila respondía “es simple asesino hombres, los descuartizo, los llevo a las composteras del fondo   y con eso   alimento a mis orquídeas”  luego  con una sonrisa sutil  decía, solo hago alquimia con lo que la sociedad ya no considera útil.

 

Pero Candelaria no mentía, sus orquídeas eran alimentadas con el compost resultante de los  cadáveres de sus amantes;  seducir a sus víctimas era una tarea sencilla, no solo se le da bien el oficio de las plantas, llamaba la atención como ninguna, el ritual era el mismo, café, coqueteo descarado, casi impúdico, luego del primer  beso cargado de ingenuidad y lujuria, venia un “vamos a mi casa, quiero ser tuya”, le gustaba follarles con fuerza, pensaba que eso quitaba las impurezas del cuerpo,  los tiraba sobre la cama destinada para el placer, rasgaba sus vestiduras, lamia sus cuellos, mordía sus labios,  clavaba sus uñas en la espalda, acariciaba su pecho, se hincaba frente a ellos para una felación profunda, la experiencia la había dotado de  una mandíbulas aguantadoras, era justo llevarlos al cielo antes de hacerlos perecer. Luego del primer polvo, venia el momento de mayor goce para candelaria, se ponía su camisón blanco iba a la cocina  y les traía un té de jengibre, mezclado con Valeriana, Tila, pasiflora, Lúpulo, amapola, cicuta y Amanita phalloides o más conocido como el hongo de la muerte, luego  preparaba la tina de patas de león con sales y pétalos de rosas, prendía inciensos de lavanda, velas y música suave de fondo, le gustaba la atmosfera romántica de la muerte, cuando estaban adormilados los invitaba a la tina caliente, sin quitarse el camisón blanco, se posaba sobre ellos, la idea de que su última visión fuera sus pezones erectos bajo tela húmeda, le generaba satisfacción, un último beso apasionado y los hundía en el agua; el trabajo pesado de la tierra  le había dado la fuerza suficiente como para mantenerlos sumergidos  de 2 a 3 minutos, mientras contaba lentamente, concentrada en su respiración,1 2 3 4……. 200…   así el cuerpo ya no forcejeara, tomaba el mazo que tenía cerca de la tina, por si alguno quedaba medio muerto, un golpe seco en el cráneo solucionaba cualquier error en el proceso de ahogamiento.

 

El compostaje era algo más sencillo, sacaba el cuerpo de la tina lo llevaba al fondo del vivero donde se encontraban las composteras, unas pequeñas en las que guardaba los residuos y la grande, exclusiva para los cuerpos, en la cual previamente preparaba una capa de viruta, astillas de madera, alfalfa, cascaras de coco, paja, y hierba buena, colocaba el cuerpo, otra capa de residuos, sellaba y solo 30 días eran necesarios para obtener el compost para sus plantas.

 

Fue a los treinta años luego de un intento de suicidio donde descubrió que las orquídeas y la sangre se la llevaban bien, alrededor de 48 o 50 víctimas y 4 años de errores y aciertos la habían hecho experta en la desaparición de cuerpos e historias, así mismo solo asesinaba a los que como ella eran   solitarios, tristes y huérfanos, los que sus anillos orbitarios estaban teñidos por la sombra purpura del insomnio.

 

 Iniciaba febrero del 96 año bisiesto, aun así, era un mes corto por lo que tenía que agilizar la búsqueda de su siguiente víctima; mientras celebraba su cumpleaños número 35 en el cafetín que solía frecuentar cuando visitaba la ciudad, sintió que alguien la observaba, se sentía incomoda, sin embargo decidió no prestar atención, continuo con la lectura y el lento cuchareo de la torta de chocolate; pidió la cuenta, junto a la factura el mesero le entrego una hoja doblada en la cual había un garabato en el que se reconoció y una dirección a unas cuantas cuadras del lugar.

 

La curiosidad gano la batalla ¿y si es un asesino? sonrió irónicamente; el olor a trementina, los lienzos y tablones de madera le dieron la bienvenida al taller de Arturo, ahí estaba él, con un “sabría que vendrías en la mirada” esa tarde en la banca el patio  adornado con  helechos, Gardenias, novios, lazos de amor y la costilla de adán, mientras el café se enfriaba y el gato se enredaba entre sus piernas sus cerebros bailaban al ritmo de los sueños raros, los libros que no terminaron de leer, los juegos de la infancia,  de los miedos y hasta del par de medias favoritas.

 

 Tras  15 días de encuentros furtivos y pasionales, salieron  de viaje,  la habitación con el ventanal de 180° con vista a la laguna  fue el escenario perfecto para descubrir que se amaban; mientras ella leía desnuda cerca a la ventana, él la pintarrajeaba en su libreta de dibujo, camino hacia ella y  le rapo el libro de las manos, se sentó en el filo de la cama y empezó la lectura en voz alta, Candelaria cerro los ojos, dejándose llevar,  embelesada por la voz de su amante, le excitaban que le leyeran, su respiración se aceleró, se mordió  el  labio, camino hacia él,  se le sentó en las piernas le beso con una mezcla de amor y morbo, e inició el movimiento rítmico de los cuerpos, entre sudor, gemidos y contracciones, le  susurró al oído eres mía, respiro en su cuello, lamio sus senos, se perdió en medio de  la carne de sus piernas, ella le apretó con fuerza, el cuerpo tenso, la espalda arqueada, los ojos inundados de lágrimas, la respiración se le detuvo, las mariposas de su alma aletearon febrilmente; le temblaron los labios y  susurrando dijo soy tuya.

 

Martes 20 de febrero, Candelaria despertó angustiada, el tic tac tic tac en su cabeza no paraba, tenía 9 días para conseguir un nuevo cuerpo para sus orquídeas, no era capaz de matarlo, tampoco quería follar con otro y no tenía en la cabeza otra idea para lograr a sus víctimas, sentía la presión en el pecho, dolor en el estómago, náuseas, los labios le temblaban, lloro; odiaba la turbulencia del amor.

 

El agua tibia de la tina, el incienso de lavanda y media botella de ron, le relajaron el cuerpo, amaba a Arturo, amaba sus orquídeas y el ritual que tenía para ellas, prendió un cigarrillo, lo fumo lento, “sacrificar la belleza de sus orquídeas o no volver a ver a su amante”, se sumergió en el agua, la decisión estaba tomada; al día siguiente se levantó temprano Llamo a Arturo, le dijo “tengo un viaje importante, regreso en dos meses, mi corazón te pertenece”.

 

Escribió 2 cartas a Guillermo, quien llevaba 3 años trabajando con ella, era lo más cercano a una familia, la primera la carta contenía indicaciones precisas sobre el cuidado de las orquídeas, las labores del vivero, la orden de no entrar a la habitación de la tina y una carta para abrir 59 días después de la primera.

 

Guillermo  sospecho del comportamiento atípico de Candelaria, en tres años jamás había dejado sus orquídeas, no tomaba vacaciones y lo más extraño era la prohibición de entrar a la habitación de la tina, de nuevo la curiosidad ganaba la batalla, abrió la segunda carta, aún más extraña que la primera, en ella se encontraba la llave de la habitación de la tina a la cual le pedía entrar, tomar la orquídea que allí se encontraba y enviarla al taller de Arturo.

 

Pasaron tres días y Guillermo  no aguanto más, sin tener noticia alguna  de su patrona se contactó con  Arturo, el cual acudió al vivero al finalizar la tarde, leyeron las cartas con desconcierto y decidieron entrar a la habitación, la cual estaba intacta, lo único extraño era un tablón de madera sobre la  tina, a su vez sobre el mismo y atravesándolo por un orificio perfectamente construido, se encontraba la orquídea destinada para Arturo, sin duda era la más hermosa de las orquídeas del vivero, sus hojas grande de un verde oscuro brillante y dos tallos cargados de flores blancas con tintes rosa , al querer sacarla, mostro resistencia como si sus raíces se aferran a algo, corrieron un poco  el tablón y salió un olor dulzón medio descompuesto, inmóviles, esperando lo peor, se miraron fijo, en silencio con  las pupilas dilatadas, se les erizo la piel,  a la cuenta de tres  lo levantaron y contemplaron horrorizados como las raíces de la orquídea se aferraban al costado izquierdo del cuerpo putrefacto de Candelaria, que yacía entren capas de viruta, astillas de madera, alfalfa, cascaras de coco, paja y yerbabuena.